Arena Roja: Infierno Azul
Por: Dirk Kelly
Capítulo 12
Infierno Azul, ese motel detenido en el tiempo como si hubiese sido edificado sobre el límite quebrado de un sueño condenado, parecía más callado desde que Ramona, Colt y Cristabelle partieron. Y un par de dias despues se fueron los pocos huespedes que habian. Pero el silencio no era paz. Era anticipación.
En el cuarto número cinco, Adrián Barton sostenía su camiseta de malla negra aún húmeda por el sudor, mientras desde la cama, Chloe Seyfried y Indra Mathers observaban con una mezcla de deseo y tensión. Nadie hablaba. El ambiente estaba cargado con algo más que lujuria: era una electricidad a punto de descargarse.
—¿Sienten eso? —susurró Adrián.
—Sí —respondió Indra—. Como si algo detrás de las paredes respirara. Pero… no solo respira. Nos observa.
Chloe encendió la radio antigua del cuarto, aunque su celular estaba encendido, y entre estática y crujidos sonó un fragmento reconocible de “Sweet Dreams (Are Made of This)” de Eurythmics. Sonrió.
—Bueno. Si nos va a observar… al menos tendrá buena música de fondo.
Pero entonces, la luz parpadeó.
En el cuarto nueve, en la misma planta baja, los misteriosos (y al margen y dentro de este mundo) Zaza y Cassian abrían un falso panel detrás del armario. Lo habían descubierto gracias al eco de un crujido que no correspondía con el suelo. Tras un empujón, el muro reveló un pasillo estrecho, apenas visible, iluminado por la luz azul parpadeante de neones enterrados en lo profundo del concreto.
—¿Esto existía antes? —preguntó Zaza, tensa.
—Este lugar no sigue reglas temporales —respondió Cassian—. Ramona dijo que aquí... la arquitectura era una suerte de “filtro de realidades”.
Zaza sacó una linterna.
—¿Y si hay duplicados abajo? Ya me harte de estos Doppelgangers...
Cassian no respondió. Solo asintió, ajustando su chaqueta y entrando primero.
En el pasillo, las paredes estaban cubiertas de espejos rotos. No reflejaban a quien los miraba… sino fragmentos de otros cuerpos. De pronto, Zaza vio un rostro familiar en uno: ella misma, pero con la cara abierta por una herida y una sonrisa perturbada, vestida con la camiseta de Chloe.
—¡Cassian!
Pero al girarse, no lo vio. Solo un espejo. Y en él… un duplicado de Adrián, completamente desnudo, acariciándose el rostro como si acabara de nacer.
Mientras tanto, en el cuarto seis...
—¿Dónde está Dylan? —preguntó Chloe mientras se abrochaba lentamente el cinturón decorativo de su vestido.
Adrián y ella salieron al pasillo. Las puertas temblaban levemente, como si el motel exhalara por cada rendija. De pronto, una puerta se abrió sola. Era el cuarto cuatro, donde se suponía que Dylan Mercer dormía desde hacía dos noches.
Dentro, no había señal de él. Solo el sonido de una ducha corriendo.
Adrián empujó la puerta del baño. El vapor era denso como leche. Y en el espejo… no había reflejo. Ni de él, ni de Chloe.
—No. No otra vez —murmuró ella, retrocediendo.
Entonces se oyó un grito.
Desde lo profundo del motel.
Desde abajo.
Adrián, Chloe e Indra corrieron hacia el pasillo trasero, donde encontraron el armario abierto. El mismo que conducía al pasaje de espejos. Bajaron sin dudar.
En ese nivel subterráneo Zaza caminaba sola.
Los duplicados comenzaban a aparecer con más claridad. Una Indra hecha de sombra y cicatrices le sonrió desde un cristal. Una Chloe pálida y sin ojos la invitaba a tocar el espejo.
Pero fue Dylan quien finalmente emergió desde una esquina, pálido, tembloroso, cubierto solo con un cobertor fino.
—Me perdí… —susurró—. Me vi... a mí mismo. Pero no era yo. Era alguien que deseaba cosas que yo nunca he deseado.
Cassian reapareció por otra salida, jadeando.
—Este lugar... —dijo—. No está bajo el motel. Está entre dimensiones.
Y justo entonces, la voz de Dirk Callahan retumbó entre los espejos.
—Todos ustedes están donde deben estar.
Una de las paredes crujió. Un reflejo suyo apareció multiplicado, cada versión en una pose distinta: sonriendo, llorando, masturbándose, observando, llorando sangre.
—El motel es mío ahora. Pero ustedes... ustedes son los pasillos —dijo uno de los Dirks.
Indra dio un paso adelante.
—¡Muéstrate de verdad, bastardo!
—¿Para qué? —respondió una versión de él acariciándose el abdomen con gesto devocional—. Si ya me sienten dentro de ustedes...
Zaza gritó, cayendo de rodillas. Adrián la sostuvo mientras Chloe golpeaba un espejo con una silla. Los cristales no se rompían.
Pero un reflejo sí lo hizo. Uno en el que los tres: Chloe, Adrián e Indra, aparecían besándose, desnudos… y atados por hilos de sangre.
Chloe jadeó.
—Esea imagen no fue solo deseo... ese fue un ritual.
Indra la miró.
—¿Y si él, Dirk, solo puede poseer lo que deseamos de verdad?
Adrián apretó los puños.
—Entonces tenemos que cortar el hilo... antes que se vuelva una cadena.
Cassian cerró los ojos y murmuró algo en un idioma antiguo. Las luces comenzaron a temblar.
Los espejos parpadearon.
Uno a uno, los duplicados comenzaron a desvanecerse...
Pero no todos.
Desde el fondo de un espejo aún intacto, Dirk Callahan, el verdadero, el original, los miraba… mordiéndose el labio inferior, como un amante que aún espera la noche de bodas.
Continuara...

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