Arena Roja: Infierno Azul
Por: Dirk Kelly
Capítulo 3
EXTERIOR DE MOTEL LA SIRENA Y EL DIABLO - MADRUGADA 3:30 A. M. - DENTRO DEL AUTO DE CASSIAN Y ZAZA
—Eso no es lujuria. Es... fisura dimensional —dijo en voz baja, Cassian.
Zaza tragó saliva, agitada.
—¿Y si no es él el que abre el umbral? ¿Y si él es el umbral?
Ambos sintieron cómo una ráfaga caliente les recorrió el cuerpo. El deseo. Era como una infección. Y por un momento, quisieron tocarse. Pero se resistieron.
—Recuerda lo que dijo Ramona —gruñó Cassian—. Nosotros no somos sólo cazadores… Somos guardianes. Custodios de límites. Esto... esto es un límite roto.
MOTEL INFIERNO AZUL - HABITACIÓN 5 - MADRUGADA 3:46 A. M.
Chloe despertó antes que los otros dos. Estaba envuelta entre el torso de Adrián y el muslo de Indra, aún con las marcas recientes del encuentro que los había unido, una vez más, no solo por deseo, sino por supervivencia. Había sangre seca en el cuello de Adrián. La de un eco, tal vez. El espejo del techo estaba cubierto por una tela roja que parecía más una lengua suspendida.
Chloe pensó en silencio mientras escuchaba el eco lejano de “Running Up That Hill” de Kate Bush desde el CD Player portátil que había dejado encendido antes de dormirse.
"No son solo amantes. Son mi sangre ahora. Mis raíces. Pero aún así… ¿por qué siento que alguien me toca cuando duermo sola? ¿Por qué el rostro que saqué de la arena se parecía tanto a mí… pero más cruel? ¿Y por qué sigo escuchando su voz cuando sueño?", pensaba Chloe.
Entonces Indra se movió, despertando. La miró sin decir palabra, y luego se acercó y besó sus pechos desnudos.
Adrián, aún con los párpados cerrados, murmuró:
—Estás rara, amor. Lo sentimos. ¿Qué está pasando, Chloe?
Chloe no lloró. Sonrió.
—Solo necesitaba recordar por qué los amo. Y... que todavía los deseo.
Lo que siguió fue lento, tierno y retorcido como una pesadilla erótica: un nuevo encuentro, fetichista, en el que Indra se ciñó a Chloe con una cinta de cuero azul mientras Adrián usaba una camiseta de malla ajustada, sus cadenas plateadas brillando bajo la luz azulada del letrero del motel.
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CARRETERA JUNTO A ZONA DESÉRTICA - VARIAS SEMANAS ANTES - MEDIANOCHE
Indra y Chloe estaban sentadas sobre la capota del Mustang. El cielo estrellado del desierto de Arizona era tan vasto que parecía un portal en sí mismo. Ambas estaban descalzas, en shorts, con chaquetas vintage de cuero.
Chloe tenía una corona de flores de plástico fosforescente. Indra, un cigarro en la boca. Entre ellas, una radio vieja de baterías dejaba sonar “Boys Don't Cry” de The Cure.
—¿Crees que haya cosas que nos esperan bajo la arena? —preguntó Chloe.
Indra sonrió sin mirarla.
—Yo creo que hay cosas que nos están soñando desde el principio. Y que si algún día nos dormimos demasiado profundo… nos van a despertar.
Ambas se besaron en la boca, el aire frío las hizo buscar más ropa para abrigarse.
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PRESENTE - LA SIRENA Y EL DIABLO
Cassian y Zaza seguían en el auto. Esperarían s Ramona y Colt. Muy detrás de ellos, la estructura del faro temblaba como si algo enorme respirara bajo sus cimientos.
Al mismo tiempo, en la habitación 8 del motel, donde nadie debía estar, un espejo comenzó a gotear. Primero sangre. Luego arena roja. Luego… nada.
Pero desde adentro del espejo, un ojo idéntico al de Indra parpadeó.
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La brisa olía a sal y metal oxidado. El cielo estaba teñido de un gris nacarado, como si el amanecer dudara en llegar.
Dentro de la van Wolkswagen Ramona, con una bata de seda negra, sorbía café desde una taza que decía “I SURVIVED LA SIRENA Y EL DIABLO”. A su lado, Colt cargaba municiones en una bandolera que parecía recién sacada de un western italiano.
Frente a ellos, Cassian y Zaza.
—¿Y bien? —preguntó Ramona sin levantar la voz—. ¿Volvió?
Zaza con voz entrecortada aun por el deseo sexual que horas antes parecía haberseles contagiado.
—Dirk no solo volvió. Está más allá de solo haber vuelto. Está... transformado.
Adrián, Indra y Chloe veian y oian en ese momento desde Infierno Azul por videollamada con ellos a travez del smartphone de Adrián y la tablet iPad de Ramona; aún estaba el trio vestidos de forma provocativa, las marcas del encuentro reciente todavía visibles: las cadenas, la cinta de cuero, el delineador corrido. Chloe traía su camiseta al revés. Indra, una camisa de encaje negro vintage que había “modificado” para usarla abierta como top.
—¿Qué tan transformado? —preguntó Indra, aún con el pulso agitado.
Cassian levantó un espejo partido.
—No es él mismo. Y lo peor es que tampoco es otro. Está fusionándose con algo... con alguien... con muchos. Se está convirtiendo en un vórtice de deseo. Un espejo al que si miras muy profundo, te refleja lo que más deseas... y lo que más temes. Vimos a réplicas. Una de ti, Chloe. Y otra de ti, Adrián. Viéndolo con deseo, como si fueran parte del mismo ritual.
Chloe tragó saliva.
—Eso no tiene sentido. Yo... yo lo saqué de la arena. Vi su rostro. Pero él no es yo. Él no puede... ¡no puede desearme a mí como si fuera parte de él!
—¿Y si sí? —dijo Zaza en voz baja—. ¿Y si todo esto es un ciclo? ¿Un deseo que se alimenta de deseo?
Colt interrumpió, apuntando al faro.
—¿Está allí?
—Sí —dijo Cassian—. Estaba flotando. Masturbándose frente a una imagen, un maniquí, de Indra. Como si su cuerpo fuese un altar, y su deseo, la ofrenda. Se elevaba. Brillaba. El maldito levitaba. Y cuando lo hacía, las réplicas aparecieron en los espejos. Nos miraron. Nos tocaron desde lejos.
Chloe se arregló el cabello nerviosa.
—Lo que hay allí no es solo Dirk.
Adrián apretó los dientes.
—Es el eco. Es lo que despertamos.
Zaza asintió.
—Y está usando a Dirk como cuerpo. Como... anzuelo.
Ramona se puso de pie.
—Entonces tenemos que sellar ese faro.
—O destruirlo —dijo Colt.
Chloe negó con la cabeza.
—No aún no. Si el faro es un portal… y Dirk es el umbral... entonces hay algo más. Algo que aún no ha salido.
Indra, sin quitar la vista de la pantalla, murmuró:
—Yo también vi cosas. En mis sueños. Imágenes que no eran mías... pero que me recordaban a mí. Como si alguien se estuviera metiendo bajo mi piel.
Adrián la miró fijamente.
—Entonces no podemos huir. No aún.
Cassian guardó el espejo roto en una caja de metal con símbolos tallados.
—Tenemos que entrar. Todos. Pero si cruzamos... puede que no volvamos iguales.
Zaza miró a Chloe.
—¿Crees que puedes mirarte en ese espejo de cuerpo entero... y no perderte?
Chloe no dudó.
—No. Pero quiero hacerlo.
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DESIERTO - NOCHE - POCO ANTES DE CONOCER A ADRIÁN
Chloe e Indra estaban en el desierto. Dormían con ropa abrigante entre dunas frías. Chloe leía un libro de terror barato. Un pulp fiction: Cabaña Sangrienta Indra bebía vino tinto barato. Sobre ellas, un cielo lleno de estrellas.
—¿Crees que nos encontraremos alguna vez a nosotras mismas? —preguntó Chloe.
Indra se inclinó para besarle la frente.
—Yo creo que ya nos estamos soñando mutuamente. Y que un día, alguien más va a soñar con nosotras... y va a nacer de ese sueño.
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REGRESO AL PRESENTE
El grupo se acercó al faro. Las piedras del camino estaban tibias, como si alguien las hubiera calentado con deseo. Los vidrios vibraban con un bajo profundo, como si un bajo eléctrico distorsionado resonara desde dentro. Ramona llevaba el iPad en los brazos para que siguiera la videollamada. Chloe murmuró:
—¿Escuchan eso?
Era una canción. Lejana, distorsionada. Pero reconocible.
“Sweet Dreams (Are Made of This)” — Eurythmics.
Dirk los estaba esperando.
Continuará...

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