Arena Roja - Capítulo 9.



Arena Roja.

                     Por: Dirk Kelly.  


Capítulo 9.


A la mañana siguiente el Jeep blanco de Cassian avanzaba con dificultad por un camino de tierra y raíces, flanqueado por pinos retorcidos y el constante crujir del follaje seco.
El aire olía a savia quemada, como si algo hubiese ardido en ese bosque… hace tiempo… pero jamás dejado de arder del todo.


Cassian, con chaqueta militar retro y barba descuidada, mantenía la vista fija al frente. Zaza iba en el asiento del copiloto, con un poncho de lana marrón y una escopeta apoyada entre las piernas. ¿Por qué les estaba costando volver a la cabaña si el dia anterior habia sido mas sencillo?


—Dime que estamos cerca— murmuró ella.


—Sí. Lo siento. El olor a hierro, a esa maldita podredumbre. Y mira…
Cassian bajó la velocidad y apuntó con la linterna.


Un árbol tenía una cadena oxidada enrollada en el tronco… y colgando de ella, una cara de piel humana rajada.
Parecía haber pertenecido a un hombre… o a algo que alguna vez fue uno.


Zaza tragó saliva.


—Es aquí.


Zaza y Cassian  habian regresado, la noche la pasaron en un hotel boutique en Prescott, una ciudad cercana.


La cabaña aún seguía en pie, aunque medio cubierta por musgo, sombras y silencio.
En la entrada, el machete oxidado que Dirk había usado durante el ataque la vez que rapto a Indra seguía incrustado en la pared lateral.


Cassian entró primero.


Zaza detrás, con la escopeta alzada.


Dentro… los restos de la antigua pelea.


— Una cortina desgarrada con sangre seca.


— Un espejo roto.

— Un colchón ensangrentado.

— Y, lo más perturbador… una vieja grabadora portátil, aún encendida, como si alguna entidad la hubiese mantenido alimentada todo este tiempo.


Cassian la levantó.


Presionó “play”.



[VOZ DISTORSIONADA – EN LA GRABADORA]


“Dirk está muerto. No respira. No hay pulso. Lo maté a golpes.” La voz era de Adrián. Jadeante.


Luego otra voz, la de Chloe:


“ ¿Y si no está muerto? ¿Y si es como… "eso" que percibimos entre los árboles?”


Zaza apretó los dientes.


—¿Sabías esto?


—No exactamente… Solo que algo no cuadraba. Él no pudo sobrevivir sin ayuda— dijo Cassian.


Cassian se acercó al suelo y tocó un viejo charco seco de sangre.
Lo frotó con los dedos… y al olerlo, notó que no era solo sangre.


Era una mezcla. Sangre. Azufre. Y cera derretida.


—Ritual— dijo.


—¿Dirk?— preguntó Zaza.


—O alguien que lo quería… "diferente".


Zaza caminó hacia una trampilla en el piso, medio cubierta por una alfombra de piel de oso sucia.


—¿Y qué hay abajo?


Cassian se giró hacia ella. Su expresión se tensó.


—Nadie construye trampas bajo una cabaña a menos que quiera enterrar algo… o alguien.


Zaza se agachó, puso la oreja sobre la madera.


Escuchó un latido.


Lento. Constante.


"Toc. Toc. Toc" Toco alguien o algo bajo la trampilla.


Ella susurró tensa:


—No está muerto. Nunca lo estuvo.


Cassian entonces alzó su linterna hacia la pared y apuntó hacia una vieja fotografía enmarcada.


En la imagen: un grupo de adolescentes de preparatoria en algún lugar de Arizona.
Entre ellos: Dirk. Sonriendo. Al fondo, un árbol torcido. El mismo árbol del camino.


Zaza levantó la escopeta, más firme.


—Vamos a quemar esta maldita cabaña. Esta vez… por completo.


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Horas mas tarde, en el motel La Sirena y El Diablo, el agua fresca de la ducha caía sobre el cuerpo de Chloe.
Se cubría con los brazos. En el espejo, su reflejo seguía sin boca.


Y al fondo del pasillo… la figura de Dirk observaba desde las sombras, con una sonrisa más amplia que la noche.


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A la mañana siguiente...


Chloe se despertaba sobresaltada.


A su lado, Adrián dormía profundamente, un brazo sobre su cintura. Indra se había  incorporado y envuelto con la sábana, observando en silencio el espejo ovalado que colgaba sobre la cómoda antigua, marco de bronce manchado, estilo art déco.


—¿Otra vez el espejo?— murmuró Chloe.


Indra asintió.


—Se empañó… aunque nadie se duchó. Y no muestra nuestro reflejo de forma correcta.


Chloe se levantó, completamente desnuda, su silueta delineada por la luz rojiza que se colaba por la persiana entreabierta. Se paró frente al espejo y alzó el mentón.


—Mira esto— dijo Indra.


Chloe se pone a su lado. Ambas observando: sus reflejos están… desfasados.


La Chloe del espejo giró un segundo después.
Indra parpadeó, pero su reflejo no.


Chloe extendió  una mano… y su reflejo hizo lo mismo, pero con una sonrisa distinta. Más torcida.


—¿Qué diablos es esto?— susurró Chloe .


Adrián despertó con la voz grave y ronca:


—Es el eco. El mismo del bosque. No lo dejamos atrás, Chloe… Nos siguió.



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Mientras tanto en la habitación 8...


Dirk observaba su propio reflejo en el espejo de su habitación. Estaba impecable: camisa negra abierta hasta el pecho, collares de plata, pantalones entallados, sin una arruga.


Pero el espejo no le devolvía exactamente lo mismo.


El reflejo de Dirk movía  antes que él.


Y le sonreía  con dientes más largos. Más afilados.


En el lavamanos, una rosa negra recién cortada flotaba en agua sucia.



Dirk se inclinó y murmuró  al espejo:


—Lo entiendes, ¿verdad? Estoy multiplicándome. Y esta vez… nadie va a matarme a golpes y mordiscos— y recordó fugazmente: el golpe del tronco quemado por parte de Chloe, el intenso mordisco en su cuello por parte de Indra y los fuertes golpes en su cara de parte de Adrián  quien a puños le rompió la quijada antes de "matarlo" a golpes.


Se giró entonces  hacia la cama donde una figura real, viva, yacía bajo sábanas grises. Una figura inmóvil.



Un cuerpo… un duplicado.
Dirk acarició el borde de la sábana con los dedos enguantados de cuero. Luego, con voz baja dijo:



—Ellos piensan que el motel es suyo. Pero este lugar… esta costa… el faro… me pertenecen desde antes de que nacieran.



Se levantó, tomó su chaqueta gótica con detalles en cuero y cadenas, y salió  por la puerta trasera de esa habitacion (en la planta baja) que nadie habia notado.



Un pasadizo oculto bajo la moqueta conectando su habitación con la lavandería vacía… y de ahí, al viejo camino hacia la playa y el faro con su cabaña.



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De regreso un par de horas después en la habitación 7...


Indra se había  vestido con un conjunto negro de encaje y cuero. Su actitud: felina, decidida.


Adrián, en jeans oscuros y camiseta blanca sin mangas, se acercó al espejo con una navaja en la mano.


—No es un espejo común—dijo.


—No— respondió  Chloe, envuelta en un kimono retro—es una puerta.


Ella extiendió  la mano nuevamente, con los dedos temblando.


Esta vez, su reflejo… no la imitó.


En vez de eso, su reflejo solo sonrió.


Luego, mueve los labios sin emitir sonido y pareció  decir:       


—"Estoy en la arena".


Indra retrocedió.


Chloe padeció.


Adrián maldijo en voz baja y lanzó  la navaja contra el cristal.


El espejo no se rompió. 


Sólo vibró, como si respirara.


Un viento caliente sopló desde el baño.


Arena roja comenzó a colarse por la rejilla de la ventilación en el cielo falso.


—Nos está llamando—dice Chloe.


—¿Quién?—preguntó Indra.


—Yo—responde una voz suave y familiar desde la puerta.


Zaza. Empapada de sudor y polvo del bosque, escopeta al hombro.


Cassian entra tras ella.


—Tienen que venir. Dirk no está solo. Y el eco… no solo duplica. Devora.—dijo Zaza.


Mientras Dirk, ahora en la cima del acantilado, miraba el faro antiguo.


Su refugio.


Su templo.


Y bajo él… la arena que gime.


La sangre que tiñe la costa.


Y el eco… que ya no solo repite voces.


Las reinventa.


Dirk sonrió  mientras la brisa del mediodía acariciaba su rostro.


Mientras en el bosque al norte de Arizona la cabaña, su cabaña, solo echaba humo. El fuego de Zaza y Cassian no habia logrado quemarla.


Continuará...



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