Arena Roja.
Por: Dirk Kelly.
Capítulo 7.
Arena roja. Una tormenta se alzaba en el desierto.
Viento negro. Sombras que arrastraban risas distorsionadas y gritos con voz de Chloe.
Adrián corria por el bosque, pero cada árbol era una figura sin rostro con pechos de mujer y garras en lugar de ramas.
Indra se veía a sí misma en el suelo: desnuda, marcada con símbolos extraños, y encima de ella… otra Indra. O algo que se le parecía.
Ambas se besaban. O se mordían.
Adrián llegó al faro. La linterna del faro giraba pero no proyectaba luz. Solo un eco de la voz de Dirk: "Te la voy a quitar".
Dirk aparecíó en su chaqueta de cuero, el cabello mojado por sangre que no era suya. Su sonrisa brillando como un cuchillo viejo.
Detrás de él, Chloe y la otra Indra, tomadas de la mano, caminando hacia la oscuridad.
Adrián gritó.
Indra y Adrián se despertaron sudando en la habitación del Motel La Sirena y El Diablo.
—
Chloe estaba sentada en la playa frente al motel, envuelta en un kimono retro color lavanda y zapatillas tejidas.
Fumaba un cigarro delgado y escribía en su cuaderno: "¿Qué pasa si las personas que amas comienzan a verse… diferentes?"
Dirk apareció detrás de ella, sin hacer ruido.
—Nunca duermes, ¿verdad, Chloe?
Ella se sobresaltó pero no gritó. Lo miró.
Él se sentó junto a ella. Muy cerca.
—¿Qué crees que te está escondiendo Indra?
—¿Por qué piensas eso?
—Porque yo la conocí poco antes que tú. Y las réplicas no son lo peor. El eco… el eco quiere quedarse con lo que más brilla.
Dirk le acarició el cuello. Ella no se apartó, pero su mirada se oscureció.
—
Cassian y Zaza regresaron al motel esa medianoche en su pickup. Zaza llevaba guantes de cuero hasta el codo y gafas oscuras.
Cassian cargaba una caja negra con cerradura giratoria. Estaba caliente al tacto. Dentro se escuchaba un zumbido… o un corazón latiendo.
—Lo que estaba en el faro ya no duerme, murmuró Cassian.
—No lo abras hasta que estemos todos listos, advirtió Zaza.
Colt los vió desde la ventana de recepción, bebiendo café solo y anotando números en un mapa.
Ramona estaba en el otro extremo del motel, escuchando una grabación vieja que acababa de aparecer en su radio:
Una voz infantil que susurró: "Ayúdame, estoy atrapado bajo la arena".
—
La noche continuaba, en parte calmada, en parte ominosa, Adrián e Indra despues de la pesadilla que ambos tuvieron comentaban con esa sensación de que alguien o algo jugaba con ellos...
—¿Soñaste también?—, preguntó Indra mientras se vestian.
—Sí. Tú estabas… tú, pero también no eras tú. Chloe también.
—¿Y Dirk?
—Siempre Dirk— dijo Adrián con expresión de ira y resignación.
Indra tomó la pistola de su mochila.
—No lo vamos a esperar más. Si viene por mí, esta vez lo mato yo.
Adrián la detuvo.
—No. Si alguien le dispara, ese seré yo.
Indra lo besó.
Pero en sus ojos había una sombra. No solo por Dirk. También por Chloe. Algo cambió en ella… y eso, Indra lo sabía.
—
Después de hablar con Dirk, Chloe regresaba de la playa...
Pisó algo suave, hundido en la arena.
Era una mano.
Humana.
La arena la había escondido.
Chloe la sacó, y lo que apareció no era un cuerpo… era un rostro idéntico al suyo, con la boca abierta en un grito congelado.
La marea llegó y tiñó la arena de rojo.
Chloe retrocedió, el cuerpo tembloroso, el cigarro aún encendido entre sus dedos.
La arena le quemaba las rodillas, no por el sol, sino por la sensación… como si la superficie respirara.
El rostro en la arena —idéntico al suyo— no era solo una máscara.
Tenía textura, poros, una pestaña pegada a la mejilla, sangre seca en una comisura.
Y los ojos, abiertos.
Pero sin alma.
La marea lamió los bordes del rostro y siguió avanzando, como si buscara algo más.
En segundos, otra mancha rojiza comenzó a extenderse, más allá. No era solo sangre. Era un líquido más espeso, casi como barro carmesí.
Chloe se levantó de golpe, el corazón latiendo contra su costilla izquierda como una alarma.
Miró al horizonte.
El faro parpadeaba… aunque no había electricidad.
Y entonces, algo habló.
Pero no con voz.
—Ella no es la única réplica— dijo la extraña "voz" que se oia como si no proviniera de cuerdas vocales
—
Ramona apagó la radio.
Colt se acercó al ver su expresión helada.
—¿Lo escuchaste?—le dijo Colt.
—No fue una grabación. Fue… una transmisión viva. De algo que no debería hablar.
Zaza y Cassian bajaban las escaleras. Cassian traía la caja negra consigo.
—Chloe la encontró, ¿verdad?— , dijo Zaza.
—¿La réplica?— preguntó Ramona.
—No. El rostro sin cuerpo. El anzuelo.
—
Indra salió con el cabello aún húmedo y la pistola en la cintura.
Chloe entró por la puerta sin hablar, con arena hasta los tobillos y una mancha roja en el dobladillo de su kimono.
Adrián se acercó a ella.
—¿Qué pasó?—le dijo con su voz grave como de cantante de Rock.
Chloe lo miró largo rato.
—Estando afuera esta noche soñé que me hundía. Pero al despertar… algo más quería salir de mí.
Indra la abrazó. Pero notó que Chloe temblaba. Y también… que no la abrazaba con la misma fuerza de antes.
—
Dirk se observaba frente al espejo del baño, afeitándose con una navaja de acero inoxidable.
Estaba en la habitacion 8 de La Sirena y El Diablo... Sin permiso, a veces solo aparecia ahi cuando queria cambiar de escenario, estar cerca del trío o de Indra, o el faro y la cabaña del faro lo aburrian.
Llevaba solo una bata hotelera abierta al pecho. El vapor llenaba el cuarto como una niebla gruesa.
En el espejo, detrás de él, algo titilaba.
Era el reflejo de Chloe. Pero no la Chloe que todos conocían.
Tenía los ojos completamente negros. Y una sonrisa demasiado ancha.
Dirk la miró sin miedo.
—Ah. Finalmente te estás dejando ver…
Y entonces el reflejo se desvaneció.
Dirk sonrió.
—Una réplica puede ser débil. Pero una copia con voluntad… esa es un arma hermosa.
—
Esa noche aun no terminaba, y la playa ardía.
No por el calor del clima, sino por la mezcla de humedad, sangre y sal.
Cassian enterró un medidor en la arena.
—No es agua salada. Es otra cosa.
Zaza apuntó al horizonte con sus gafas oscuras.
—Algo se está formando más allá del faro. Algo que solo se abre cuando se ha derramado suficiente… historia.
Y entonces llovió.
No agua.
Ceniza.
Una lluvia gris, como polvo de huesos.
Ramona, quien los observaba desde el estacionamiento del motel, alzó su paraguas de encaje.
—El infierno bajo el asfalto quiere despertar—dijo.
...Esa misma medianoche... La cabaña seguía en pie, al norte de Arizona, en esos bosques, entre árboles agrietados y ramas que crujían aunque no hubiera viento.
Las hojas secas cubrían el umbral, pero no ocultaban las marcas en el suelo.
Dos figuras se movían dentro: eran copias, versiones imperfectas de Indra y Adrián.
Continuará...

Comentarios
Publicar un comentario