Arena Roja - Capitulo 2..


"Arena Roja"


Capítulo 2 


La noche en La Sirena y El Diablo no era silenciosa. El viento arrastraba risas apagadas, el eco de un saxofón desafinado y algo más… algo como uñas rascando vidrio bajo toneladas de arena.


Chloe se bañaba en una tina oxidada, iluminada por una guirnalda de luces cálidas. Cantaba bajito una versión retro de "Crimson and Clover" mientras el vapor le cubría el cuerpo como una segunda piel. Afuera, las olas rompían con violencia inusual. Sus pensamientos se mezclaban entre la calidez de Adrián, la tensión con Indra, y la sensación de que algo invisible la observaba desde el espejo.


En el cuarto contiguo, Indra bebía tequila puro, sin limón ni sal. Sentada en la cama, miraba la duna por la ventana. Tenía la pistola de Adrián a su lado. Se sentía incompleta. No por debilidad. Por rabia no resuelta. Por la sensación de que el terror del bosque había dejado una grieta abierta, y algo... había cruzado.


Adrián se había quedado en el bar con Colt, intercambiando miradas, frases medidas, y licor. Las palabras eran pocas. Los silencios, largos. El tema de Dirk salió apenas.


—Ese tipo no se rinde, ¿cierto? —dijo Colt, encendiendo un puro.


—No es un tipo —contestó Adrián—. Es una maldita plaga con dientes.


—Entonces prepárate —respondió Colt—. Las plagas siempre vuelven... cuando llega la marea.


Y como si alguien estuviera escribiendo el guion, en ese momento, una ola gigantesca estalló contra la orilla. El vidrio del bar vibró. La música paró.


Y el teléfono antiguo detrás del mostrador sonó. Un timbre seco. Una… dos… tres veces.


Ramona lo atendió con calma.


—Motel La Sirena, donde cada noche es la última...


Su sonrisa se desvaneció. Miró a Adrián.


—Es para ti.


—¿Hola? —dijo Adrián, tomando el auricular.


Silencio. Luego, la voz que más odiaba.


—Hola, Barton... Soy yo el que dieron por muerto sin asegurarse bien de que lo estaba... Dime... ¿Te gusta el mar? Porque lo que enterré en el bosque ahora flota… y viene nadando hacia ti.  


Clic.


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A medianoche, el trío volvió a la habitación.


Chloe estaba sentada entre Indra y Adrián en la cama grande, con las piernas cruzadas, solo con una camisa de botones abierta sobre su lencería azul. Indra, vestida con una bata negra y el cabello suelto, tenía los labios entreabiertos por el licor. Adrián estaba en jeans, torso desnudo, con el cuchillo al alcance.


La tensión sexual entre los tres era brutal. No nueva, pero sí distinta. Más peligrosa. Más cargada.


—¿Y si esta es nuestra última noche antes de que todo explote otra vez? —preguntó Chloe, acariciando el tatuaje del brazo de Adrián.


—No digas cosas como esas —murmuró Indra, aunque no se apartó cuando Chloe le besó el cuello.


—Entonces cállame tú —dijo Chloe con una sonrisa.


Y lo hizo.


Primero Indra, seguida de Adrián. Chloe se sintió deliciosamente avasallada.


El momento fue salvaje y tierno, feroz y suave. Cada beso fue una promesa nueva. Cada caricia, un disparo silencioso. Sus cuerpos se buscaban no solo por deseo, sino como quienes necesitan reconectarse con lo vivo para no ser tragados por lo muerto.


Pero en medio del clímax compartido, con Indra en medio de ambos, la radio del cuarto se encendió sola.


La canción que sonaba era vieja, imposible: “Only You” de The Platters.


—No puse eso... —dijo Chloe, temblando.


Y entonces, la voz de Dirk sonó por la radio. Distorsionada, como si estuviera transmitiendo desde debajo del agua.


—¿Recuerdan lo que pasó en el bosque? Porque él sí…


La lámpara estalló. Todo quedó oscuro.


Un grito se escuchó... desde la playa.


Adrián se levantó de un salto, tomando su cuchillo y linterna. Indra le siguió con la pistola. Chloe, aunque temblorosa, agarró un bate metálico del clóset. El grito no fue humano. O no del todo. Algo aullaba como si estuviera siendo arrancado de otra dimensión.


Cuando llegaron a la duna, vieron la figura.


Una mujer, desnuda, empapada, cubierta de arena y algas… Indra.


—¿Qué…? —susurró la verdadera Indra.


La figura levantó la cabeza. Su rostro era una mezcla distorsionada de ella misma… y de algo más.


La criatura habló con una voz hueca:


—Tú saliste… pero yo nunca me fui.


Y detrás de ellos… Dirk.


De pie sobre la cabaña del faro, iluminado por la luna, con un rifle de precisión y una sonrisa que cruzaba de oreja a oreja.


—Hora de ver quién sangra primero — les dijo en voz alta aun sonriendo.


Continuará... 

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