Arena Roja.
Capítulo 4.
La vela negra chispeaba sobre el mapa imposible. Ramona la protegía con su suave y tersa mano mientras Colt marcaba un punto entre la costa y el desierto con una navaja vieja. Indra fumaba un cigarro mentolado que sacó de la nada. Chloe no decía palabra, sólo acariciaba un mechón de su cabello rubio, absorta. Adrián, de brazos cruzados, leía los signos sin entenderlos… pero algo en su sangre los reconocía.
Fue entonces cuando todos callaron.
Porque la llama tembló dos veces hacia la izquierda.
Ramona murmuró:
—Alguien está recordando.
Y el mundo dio un latido. El primero fue de Dirk.
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...Dirk Callahan – Febrero 2014, 10 años antes.
Dirk escribía en una laptop blanca, de esas retrofuturistas. Estába en un cuarto pequeño, lleno de espejos y recortes. En la pantalla, un blog de fondo negro titulado “Flesh & Bone Diaries” / " Diarios de Carne y Hueso". Estába bebiendo kombucha con whisky y llevaba una camisa de lino abierta hasta el pecho, pantalones de cuero negros y collares de plata con cruces irlandesas y un pendiente en forma de navaja. Maquillaje leve en sus ojos, en modo gotico, uñas limpias.
Narraba con voz en off, mientras escribía e la laptop:
> “El cuerpo humano es un museo de errores corregidos a golpes. Algunas personas huelen a perdón. Otras, como Indra Mathers, huelen a castigo. Yo la amé. Por eso la deseo destruír.”
Cambió la pestaña. Ahora una foto de Indra a los 17. Uniforme de preparatoria preppy: suéter azul marino, falda de cuadros, medias negras. Sonríendo. Brillando.
Dirk, aún adolescente en esa foto, va detrás, apenas visible. Sombras en los bordes.
> “Me ignoró. Me corrigió. Me denunció. Pero más que todo… me olvidó.”
La habitación se puso más oscura. Su reflejo en uno de los espejos sonrió... antes de que él lo hiciera.
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...Chloe Seyfried – Enero 2024, un mes y medio antes.
Chloe estaba en su cuarto, su apartamento en ese edificio de 2 pisos, en Austin, Texas. Todo era luz cálida: posters de películas viejas ("Deborah Harry", "Barbarella", "Easy Rider"), cortinas florales, un tocadiscos girando suave. Su look: short de mezclilla, blusa vintage ajustada con estampado de fresas, tetas rotundas sin ser muy grandes, labios rojo cereza. Se miraba en el espejo mientras sonaba “The Killing Moon” de Echo & the Bunnymen.
Sacó una maleta, con calma. Metió ropa ligera, un suéter con aroma a menta, un diario con candado, un álbum polaroid vacío. Suspiró. Su ex dejó una nota pegada a la lámpara:
> “Chloe, no puedes escapar de ti misma. Quédate.”
Ella sonrió con melancolía.
—Tal vez no… pero puedo conducir hasta que me olvide.
Abajo, el auto de Chloe, con Indra al volante, rugía: un Mustang color crema, con stickers de bandas punk y universidades Ivy League. Indra, con gafas oscuras, una camiseta blanca entallada sin mangas, jeans negros de cintura alta, y botas de combate, bajó la ventanilla.
—¿Vienes o qué, princesa del pasado?
Chloe sonrió y lanzó las llaves del apartamento dentro del auto, atrás, por la ventana. Su llavero: la boca con lengua afuera de Rolling Stones.
—Tú manejas. Pero yo elijo la música — dijo Chloe al subirse adelante al lado de su mejor amiga y "amiga con derechos" Indra.
El Mustang arrancó. El sol comenzo a bajar. El asfalto ardiente las llamaba.
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...Regreso al presente...
Chloe parpadeo. Ramona la observaba con atención felina. Adrián la tomaba de la mano.
—¿Viste algo?
Ella asintió.
—Recordé por qué vine… y por qué no quiero volver.
Indra se puso de pie, dejando caer la colilla al suelo.
—Entonces que venga lo que tenga que venir— dijo Indra, desafiante.
Colt apagó la vela con los dedos.
—Viene algo. Y trae cara conocida.
Ramona asintió, y se giró hacia la puerta.
—Hora de conocer a nuestros invitados sorpresa — dijo la ex actriz dramática.
La puerta se abrió… y entraron dos nuevos personajes.
Uno con botas vaqueras brillantes, pantalones de cuero café, camisa de raso violeta y mirada de demonio con dientes perfectos y nalgas firmes. La otra, con vestido de red negro, labios morados, y un revólver en una de sus musculosas y espigadas piernas, y una daga en la otra.
Colt los presentó con una mueca:
—Con ustedes, las estrellas invitadas: Cassian y Zaza.
La energía en la habitación cambió al instante.
Cassian se quitó el sombrero texano decorado con plumas negras y cadenas de plata. Su cabello era largo, cobrizo, ligeramente ondulado, y sus ojos tenían esa expresión peligrosa de quien ha sobrevivido a demasiadas orgías y tiroteos. Traía un cinturón con hebilla gigante y una sonrisa que podía seducir a un espejo.
Zaza entró justo detrás, lenta, escultural, con su vestido de red negra y botas altas como una viuda negra de serie B. Llevaba lentes oscuros aunque era de noche, y su pistola y la daga atadas cada una en cada muslo la hacía ver violentamente sexy. Su perfume olía a rosas viejas y pólvora.
—¿Este es el grupo maldito? —preguntó Cassian, sonriendo como quien está a punto de jugar a la ruleta rusa con un grupo de vírgenes armadas.
—Son más que eso —murmuró Ramona—. Son las piezas clave de un ritual que ya empezó sin saberlo.
Zaza dejó una foto sobre la mesa. Era un retrato antiguo, en blanco y negro. En él aparecía Dirk… pero con un uniforme de la Guerra Civil. Sostenía un rifle y sonreía con esa misma expresión de depredador cordial. A su lado, dos figuras más: una muy parecida a Indra… y otra con rasgos similares a Adrián.
Chloe se acercó, temblando.
—¿Esto es una broma?
Cassian negó con lentitud.
—Esto es la jodida verdad. Dirk ha estado viviendo vidas. O robándolas. O copiándolas.
Adrián sintió cómo su estómago se apretaba.
—¿Y qué significa eso?
Zaza habló por primera vez. Su voz era baja, con acento europeo impreciso, como de alguien que ha besado en muchos idiomas.
—Significa que la criatura del bosque no es solo una réplica. Es un eco. Y Dirk ha aprendido a usar esos ecos para manipular el clima, los recuerdos... tal vez el tiempo... y las versiones de ustedes mismos.
Indra cruzó los brazos. Su actitud de líder endurecida por la paranoia.
—¿Y qué demonios quieren ustedes?
Cassian chasqueó la lengua.
—Yo quiero ver el mundo arder bonito. Pero Zaza…
Zaza se acercó a Chloe. La olió, literalmente, como una loba.
—Yo quiero evitar que alguien como Dirk tome el control de lo que está enterrado bajo la arena. Porque si lo logra… esto se vuelve irreversible.
Ramona, desde la esquina, dejó caer una bomba verbal:
—Dirk no solo quiere venganza contra Indra y ahora contra Chloe y Adrián. Dirk quiere romper el ciclo de los duplicados. Convertirse en el único original. Y para eso necesita sacrificios… de sus ecos.
Un silencio mortal.
La luz parpadeó. Y desde el cuarto contiguo… se escuchó una risa infantil deformada.
Chloe se tapó los oídos. Indra sacó el arma. Adrián corrió hacia la puerta, pero la encontró sellada por dentro… con púas. Como si el propio motel se estuviera cerrando sobre ellos.
Zaza desenvainó la daga.
—Está aquí.
Cassian sonrió.
—Por fin se puso divertido — dijo el vaquero de cabello ondulado cobrizo.
Y en el espejo del baño, la criatura con el rostro de Indra sonrió desde dentro del cristal. Solo Adrián la vio… y también vio algo más: su propio reflejo comenzando a duplicarse.
Continuará...
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